2 de febrero de 2009

Let it be

En sus más lúgubres días, el poeta delira. Piensa en todas sus obras escritas, y en todas sus obras no escritas. Busca el más mínimo detalle que lo haya llevado a tal estado. ¿Cómo es posible que tan buen artista se vea tan abatido por la vida? Idea más pensamientos descabellados. Mientras, interactúa con aquellas personas que solo existen para él. Cierto día, vino la muerte. Preguntó si estaba listo. Nuestro querido poeta le dijo que necesitaba terminar de recitar unos últimos versos. Así lo hizo, pensando que tal vez, la indeseable compañía se iría, harta de esperar por él. Y escribió, y escribió, y escribió. Mas, de nada sirvió, y se fue con la inevitable visita, preguntandose a sí mismo ¿Para qué habré venido?