20 de agosto de 2012

blue

ver las olas rompiendo contra las rocas la tranquilizaba. olivia estaba enamorada de aquel misterioso ruido que el choque producía, particularmente de noche. todos los sábados ella agarraba su cámara, bajaba a la playa y grababa dicho suceso. después lo reproducía una y otra vez hasta quedarse dormida. en sus sueños aparecían las más hermosas termas naturales. pero en ningún lado se oía el sonido que la maravillaba. se sentía incompleta, y no podía salir del agua. se ahogaba. y despertaba.
desconoce el por qué de su fascinación, pero tampoco le importa justificarse mucho. uno ama lo que ama no? solo puede acariciar la felicidad  aquellas noches que va a la playa a sentarse en la arena y perderse ern esa música mística. 
siempre hacía el mismo ritual. primero se sienta y escucha. luego, se le pone toda la piel de gallina, y lágrimas caen por sus ojos. después, una sonrisa amenaza con producirse, hasta aumentar su tamaño como cuatro veces (y no puedo explicar lo hermosa que es la sonrisa de olivia). se acuesta de a poquito en la arena y se desviste. solo quiere tener puesta su sonrisa mientras atiende a ese concierto. después, ríe fuerte y comienza a danzar en la arena, acostada, provocando el más hermoso baile que alguien podría ver. olivia podría fracasar en todas las relaciones que tuvo (las cuales para sus diecisiete años fueron bastantes) y que tendrá, pero no le interesa. solo le importa su relación con el mar. esta era la única constante en su vida, y para ella, este ritual era mejor que cualquier orgasmo, y no es que fuese frígida, no. nada que ver. simplemente, es lo que la hace feliz, y está bien. a algunos le provoca felicidad el dolor ajeno. a ella le provoca felicidad el mar y su sonido. este era tan o más indispensable para su vida que el oxígeno.
supongo que esa será la razón por la cual nadie más supo de ella luego de que su familia le informase que se mudarían a la terrible ciudad. 
yo tengo para mí que se fue a algún campamento hippie a vivir en su playa. aunque probablemente, obsesionada como estaba, quizás decidió seguir los pasos de alfonsina.