17 de enero de 2011

juguetes perdidos

Se puso a cantar. Se puso a saltar y a cantar. Se puso a reir. Se puso a llorar, también.
De repente paró. Se sentía tonto haciendo eso en el medio del parque completamente solo. Pensó 'qué inmaduro me debo ver!'.
Una niña comenzó a tironearle la remera. Cuando la vio, se llenó de ternura. Era una niña hermosa, con un cabello pelirrojo, peinado en dos trenzas, unos ojos verdes, una cara llena de pecas, una sonrisa sin dientes de leche.
'Señor, señor', lo llamó, 'quiero ser como usted' dijo. Él no comprendía nada. Solo atinó a decirle algo que sonó como a 'bienvenida' (aunque no estoy segura). Se maravilló al ver como la niña hacía todo lo que él. Y en el medio, rió con una carcajada que iluminó y llenó a todo el parque entero. Pensó que ella no se veía tonta saltando y gritando, riendo y llorando. Pero claro, aquella niña no tenía más que cinco años. Finalmente, resolvió que, aquella tarde, no le importaría parecer tonto o inmaduro. Y saltó y rió y lloró y bailó con aquella niña por el resto de la tarde, hasta que el sol amenazó con ocultarse.

1 comentario:

Mariana dijo...

ahora me gusta más la música con la que me recibe tu blog.

te quiero mucho.