Él tenía una rutina para su vida: se levantaba, desayunaba, se bañaba, salía a trabajar, volvía, se tomaba un café escuchando algún cd de jazz de alguna banda desconocida que él se empeñaba en descubrir, veía dr house, cenaba y se acostaba; y al día siguiente todo de vuelta. Vivía básicamente como las otras seis mil millones de personas.
Pero aquella mañana, todo cambió. Aquella dominguera mañana de agosto, conoció a la seis mil millones uno, y ya todo dejó de ser habitual. Porque claro, ahora eran dos.
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